ARTURO BENTANCUR

 

 

EL PRIMER ENTORNO DE LA FIESTA-

EL PUEBLO DE LIBERTAD Y SU IGLESIA A FINES DEL SIGLO XIX.

 

 

Lo primero a destacar es mi agradecimiento por la invitación. Estoy muy feliz por ello y también por reanudar –después de casi 40 años mi contribución original con temas de Historia de Libertad. En parte por un accidente relacionado con la investigación del pasado de la enseñanza pública en nuestro medio, he tenido acceso a gran parte de la prensa de la villa de San José de Mayo correspondiente al período 1881-1900. Los órganos analizados fueron EL PUEBLO, LA IDEA, EL MARAGATO, EL CONSTITUCIONAL, EL IMPARCIAL y EL ESTANCIERO MARAGATO. Al día de hoy se trata de la única fuente confiable que permanece viva y disponible. Lo primero a tratar es el acontecimiento que nos envuelve a todos en este fin de semana, y de cuyos inicios conocemos todavía muy poco. Básicamente resulta de utilidad el dato de que el 05-05-1895 en el bisemanario EL PUEBLO se afirmaba que “La fiesta en honor de San Isidro se celebra(ba) todos los años el 15 del corriente”, con lo cual queda en evidencia un origen bastante anterior a esa fecha. Al mismo tiempo se informaba de haberla postergado en esa edición para el domingo 26, “con objeto de darle mayor brillo”. Se aguardaba que los festejos duraran “varios días” con la presencia de una banda de música y “diferentes diversiones populares”. Exactamente un mes más tarde el mismo órgano periodístico comentaba algunos pormenores de “La fiesta de Libertad”, que había reunido a personas de diferentes puntos e inclusive a un cantante de la Catedral de Montevideo, que participara activamente de la misa solemne. Seguidamente “hubo procesión por los alrededores de la plaza y más tarde se realizó la bendición del Santísimo. Por la noche hubo iluminación a la veneciana [con profusión de faroles de colores vistosos] y se celebraron diferentes bailes que colmaron los ardientes deseos de la juventud libertense”.
Se comprueba de ese modo la antigüedad de la fiesta, sin duda la mayor tradición celebratoria local, con una absoluta continuidad a través de por lo menos 120 años. Cabe agregar que por ese tiempo la fiesta de San Isidro se realizaba también en la villa de San José, con similares características.

El pueblo de Libertad a fines del siglo XIX (el entorno de la fiesta):
Es esta una humilde invitación a realizar una especie de rápido paseo por lo más representativo de aquel núcleo pequeño en un
tiempo muy diferente al de hoy. Un tiempo que transcurrió sin automóviles, sin motos, sin energía nuclear, sin tele, sin radio, sin
PC, sin facebook ni SMS, sin tarjetas de crédito, sin fotoshop, sin periódicos locales, sin cinematógrafo, sin calles pavimentadas, sin ruta, sin demasiado vértigo… pero que fue tan entretenido y esperanzado como el de hoy…

El contexto nacional era un tiempo convulsionado, con una masiva inmigración europea que se volcaba generosa sobre los vacíos territorios americanos y una permanente inestabilidad política. El período se corresponde íntegramente con los tramos institucionales llamados militarismo y civilismo. A un par de gravísimos atentados contra sendos presidentes de la República –uno de ellos culminado en magnicidio- se añadió en su desarrollo casi una decena de sublevaciones –blancas en su amplísima mayoría- cuya gravedad se fue incrementando a medida que se acercaba el cambio de siglo.

1º punto: Las autoridades locales. Por la constitución de 1830, entonces vigente, la autoridad departamental era ejercida por el jefe político –agente directo del poder ejecutivo- y por la Junta Económico Administrativa, representante del poder local. Respondiendo a una inquietud de los propios vecinos de Libertad, fue aprobada por el gobierno nacional a finales de 1893 la creación de una Comisión Auxiliar del órgano gobernante josefino, antecedente de las posteriores Junta Local y municipio. En ese marco asomó la figura del teniente alcalde, cargo que hasta 1899 ejercía Florencio Cedrez y desde entonces pasaría
a desempeñarlo Félix Larre. Dentro de las peculiaridades de la vida ciudadana de entonces cabe asombrarse con la práctica de la democracia directa, por ejemplo para la designación del juez de paz por voto secreto de los vecinos, lo que ocurrió puntualmente en 1881 y 1891. Decir directa no equivale a perfecta, y así se escucharon simultáneamente en todo
el período denuncias de fraude electoral y de manipulación de padrones.

La otra autoridad importante era el comisario, representante del Poder Ejecutivo (ejercido por los colorados) que levantó casi por naturaleza una permanente resistencia, en una comunidad que se alineaba muy mayoritariamente con el Partido Nacional. Por la entonces seccional 6ª desfilaron en el período los comisarios Batista, Mas de Ayala. Medina, Loriente, Bruné, Álvarez, Laca, entre otros … Casi todos ellos culminaron su gestión seriamente cuestionados, sobre todo por acusaciones de maltrato a los prisioneros y de realizar levas arbitrarias de jóvenes con destino al ejército nacional. El primer juez de paz también recibió interpelaciones similares. Una mirada al pueblo en su etapa formativa: En el documento que, por la creación de una Comisión Auxiliar, se remitía en 1893 a la Junta Económico-Administrativa josefina, se describía sucintamente al Pueblo Libertad, diciéndoselo compuesto de 100 casas, habitadas por más de 600 personas, mientras que a todo el radio seccional se atribuían 3.000 pobladores. Entre tanto dos estimaciones para 1900 reducían la primera de esas cifras en una escala de entre 312 y 500. De la publicidad de un remate judicial, hemos conocido lo que quizá fuese un domicilio típico de propietario artesano, perteneciente en ese caso a uno de los fundadores del pueblo. La suya era “una casa quinta compuesta de siete piezas, altillo y departamentos para carpintería y herrería, todo cercado y con arboleda”. Asimismo comprendía otra casa de media agua, revocada, edificada en un terreno de media manzana, con árboles y cercado”. Esa mitad de manzana –que correspondía también a un nuevo terreno del mismo vecino – debió ser la medida más usualmente poseída- a estar por la estructura que la subdivisión de la tierra fue generando en la planta urbana.

Los periódicos josefinos solían referirse ya a la sexta como “una de las secciones más importantes del Departamento”, conteniendo un“pintoresco pueblo”. “Nuestro pueblo progresa cada día más, lo que prueba el empeño de sus habitantes y la riqueza de esta importante zona”, afirmaba a su vez un corresponsal en 1898. Por esos días se daba término a la construcción de la casa de Pedro Menéndez – dueño de la diligencia a San José- y también a las mejoras practicadas en un inmueble del comerciante San Martín.- Se levantaba asimismo una casa para Pedro Chagardoy, y se anunciaba que Juan Barbé también edificaría en breve. Al año siguiente se anunciaba entre tanto que Juan Salaberry añadiría un nuevo edificio a sus abundantes propiedades. Pese al empuje progresista, también subsistían problemas urbanos de consideración. Así al despuntar 1900, la Comisión Auxiliar Económico-Administrativa de Libertad anunciaba la apertura irrevocable de “calles cerradas o estrechadas”. Según el denunciante de la situación, se las había convertido en potreros, inclusive a una cuadra de la plaza. Sociedad de profundas desigualdades, no queda duda que en ella abundaban los desposeídos, cuya presencia se ha registrado dentro
de las crónicas de cuanta celebración pública tuvo lugar por esos días. La beneficencia de esos grupos era considerada primordial en tales oportunidades, a modo de laico ritual de fondo solidario y tal vez de intento de exculpación por los copiosos banquetes que seguían, como sucediera por ejemplo en oportunidad del festejo patriótico local del 25 de agosto de 1893. En esa fecha
conmemorativa, “de ocho a once de la mañana se empezó el reparto de carne y pan a los pobres, los que acudieron en crecido
número, habiéndose carneado dos vacas y comprado cincuenta pesos de pan…” En la vida de ese conglomerado se puede destacar entre otras características la fórmula empleada para encarar varias obras de interés, sustituyendo a un Estado todavía incipiente que no cumplía todos sus cometidos, aunque tampoco cobraba excesivos impuestos. Nacía así una de las características más sostenidas a lo largo de la historia de esta sociedad, y por medio de innumerables SUSCRIPCIONES, se resolvieron la mayoría de las carencias locales… Así se mejoró el cementerio, al punto de costear los vecinos durante
varios años el sueldo del sepulturero, se edificó una nueva comisaría, se repararon caminos, fue solventada la fiesta de la paz,
se embelleció la plaza pública, se atendieron repetidamente las necesidades edilicias de la escuela pública y de la propia iglesia.

Las comunicaciones. Aquel Libertad contó poco a poco con las comunicaciones interpersonales más modernas de su tiempo. Cerrada en 1893, una oficina telegráfica local reanudaba su funcionamiento dos años más tarde, lo mismo que otra dedicada al servicio telefónico. Ambas dependencias y la de correos se hallaban contiguas al hotel Salaberry. El transporte terrestre estaba a cargo de sendas diligencias, o breaks, que unían regularmente a la población sobre todo con la Barra del Santa Lucía –donde funcionaba una balsa- y con la villa de San José. Si bien se empleó la vía fluvial San José-Santa Lucía-Plata para enlazar con Montevideo, ella no garantizaba una completa fluidez. Los cauces de los dos primeros ríos solamente eran practicables
para pequeñas embarcaciones, hallándose en ellos “muchos bancos de arena y canchas de piedra tosca que en las bajantes
hac(ía)n difícil la navegación aun a esos buques de ínfimo calado”.

En mayo de 1899 las crecidas producían inconvenientes para acceder al Puerto Flores. Prácticamente todo el comercio local era entonces abastecido por tierra, pues el río suponía demoras imprevistas y por ello solo se transportaban por la vía fluvial postes, alambre y artículos similares No obstante los inconvenientes, en junio de 1893 comenzaba a gestarse la repetición de una experiencia ya aplicada para introducir y embarcar regularmente mercaderías por el Puerto Flores, también llamado Barrancas Peladas. Impulsada sobre todo por comerciantes de San José, que harían por tierra el trayecto restante, constituía una nueva medida de presión contra la empresa ferroviaria que desde 1876 unía a la villa con la capital del país, a fin de que redujera sus onerosas tarifas por cargas. Después de sortear diversos escollos, una compañía privada iniciaba en febrero de 1895 el tráfico provisorio de transportes semanales a vapor por los ríos Santa Lucía y San José, con el compromiso de percibir un eso/tonelada menos que el FC. En su trayectoria desde y hacia la capital del país unía los puertos de Cerrillos, Rivero (o Estacas), Flores y San Pablo. Recibía carga en estos para Montevideo, abriendo un servicio extraordinario-directo para la remisión de cereales un cincuenta por ciento por debajo de los precios hasta entonces vigentes. Emplearía buques de mayor calado para navegar por el Río de la Plata y menores hasta Barrancas Peladas.

En distintos momentos también se crearon dificultades por el pésimo estado de los caminos, haciéndose imposible el tránsito por
muchos de ellos.- Los que conducían de Libertad al puerto Flores se hallaban intransitables en el invierno de 1899, por cuya causa los carreros habían tenido que suspender sus viajes de embarque y desembarque.- “Es necesario verlas para cerciorarse cómo están esas vías de comunicación; inmensos fangales que destrozan cuanto vehículo pase por ellos...” –escribía un cronista de la época- A fines de 1900, EL PUEBLO daba cuenta de la gravedad de la situación: “…El comercio de esta pequeña población recién comienza a desarrollar sus operaciones interrumpidas durante muchos meses por causa del pésimo estado de los caminos que impedían a los vecinos llegar a ella para hacer sus compras”.- Pero también traducía una verdadera premonición: “Cuando a Libertad llegue un ferro-carril; cuando su comercio y la agricultura de su sección, lo mismo que la ganadería, puedan contar con un auxiliar tan poderoso, sus progresos serán tantos que lo que hoy es un conjunto de edificios poco numerosos, será una villa pintoresca, rica y feliz.- Tiempo al tiempo, que todo se andará”. Finalmente no fue un tren sino una carretera de hormigón –entre Montevideo y Colonia- la que en los años 1930 tiraría a este pueblo la cuarta que le faltaba para superar su aislamiento…
El comercio El cuerpo comercial libertense asistió en el período analizado a algunos procesos dignos de comentarse:

En julio de 1893, el comercio Larre hermanos adquiría la “cómoda casa” de la sucesión Clauzolles para trasladar su “tienda, almacén y ferretería”. En octubre del mismo recuperaba Juan G. Salaberry la conducción de un hotel que tenía dado en arrendamiento y tres años más tarde volvía a ser alquilado. Proyectaba ausentarse definitivamente para la capital y por ello ofrecía en venta la serie de bienes que componía su importante patrimonio, inclusivo de 32 cuadras de terreno en las afueras y otras 15 “en el pueblo”. A finales de 1897 había conseguido negociar a la firma San Martín y Hernández todas las existencias de su casa de almacén, tienda, ferretería y talabartería. Durante el primer semestre de 1898 surgía como otra novedad una
casa de comercio bajo la razón Castiglioni y Méndez, y el primero de ellos –Enrique Castiglioni- abría almacén y tienda en la casa
propiedad de la sucesión Pinchetti. El año 1899 empezaron a aparecer referencias de prensa a los hermanos Paganini,
comerciantes que permanecerían varias décadas en el pueblo y también emprenderían negocios inmobiliarios en un par de zonas
aledañas. Mientras tanto el constructor Juan Barbé levantaba el nuevo emplazamiento para la zapatería Heguy. Cerrando el
período, a finales de 1900 se anunciaba la apertura de “una fuerte casa comercial” por parte de los señores Lapido y Zelvidea, en los habituales ramos de tienda, ferretería, almacén y zapatería. La industria La actividad industrial del momento de la breve instantánea aquí reproducida ofrece dos ángulos: el presente –de ellos- materializado en la instalación de un moderno establecimiento molinero, y el pasado en forma de memoria trunca por la pérdida –en parte traumática- de la gran planta de elaboraciones de carne en Buschental. En 1895 se estableció el molino de la familia Barrere dentro de la propia planta urbana, al que cuatro años más tarde un periodista consideraba “el mejor del departamento”, sobre todo por la calidad de sus maquinarias. Producía diariamente 100 bolsas de harina mientras que constituían una verdadera novedad sus 40 luminarias
eléctricas. A lo largo de 1898 habían adquirido 26 mil fanegas de trigo y 3500 de maíz, moliendo anualmente de 15 a 16 mil fanegas del primero de esos granos. La existencia de la fábrica La Trinidad, junto al río San José, repercutió positivamente sobre el primer Libertad, cuya vida acompañó durante prácticamente un decenio. Fue ese el período de mayor auge de la planta, que después de diversos traspiés se paralizaría definitivamente a partir de 1884. En junio de ese año un corresponsal aludía a la inmediata deserción de millares de operarios y a la emigración de las familias, dejando tras ellos “un cementerio de vivos”. En los años siguientes fracasarían sucesivamente allí una ambiciosa colonia agrícola y un proyecto de cerámica, además de diversos intentos por arrendar el establecimiento industrial o ponerlo de nuevo en funcionamiento…

Un artículo aparecido en EL PUEBLO en marzo de 1887 definía la incidencia de la industria ribereña del San José sobre el poblado
libertense. Referida esta como “pintoresca localidad fundada hace unos doce años por el progresista D. Carlos Clauzolles”,
reflexionaba que seguramente llegaría a prosperar en mucho mayor grado “si la fábrica Trinidad llega(se) a trabajar como se
asegura(ba)”. “No será difícil que Libertad se convierta en la segunda capital del Departamento de San José” –avanzaba el autor
del suelto-. Coincidía esa afirmación con lo publicado poco antes por Luis Cincinatto Bollo en un libro geográfico donde se aludía al “mucho movimiento” del pueblo mientras trabajaba la fábrica y el lugar “casi desierto” en que rápidamente se había convertido. A finales de marzo de 1900 tuvo lugar una gran crecida del río, a la que la tradición oral atribuye la paralización definitiva del establecimiento, cuando en realidad –y esto es un nuevo aporte de la investigación- lo que ocurrió en los hechos fue la completa desaparición de la planta. A comienzos de abril, EL PUEBLO incluía entre los grandes perjuicios del temporal el derrumbe completo del amplio edificio, a la postre “llevado por las aguas”. La huella de la frustración calaría muy hondo en la mentalidad local. Tal vez se generó una especie de trauma de la memoria por la oportunidad perdida, comparable en pequeño con la herida que aun hoy se experimenta en la ciudad de Fray Bentos por el cierre del Frigorífico Anglo. Un corresponsal de EL IMPARCIAL parecía traducirlo así en 1911, mientras recordaba los tiempos en que aquella y otras producciones “dieron vida a Libertad”. “Hoy sería un emporio si todo aquel centro de actividad… no hubiera desaparecido“ –se lamentaba-. La campaña, sostén fundamental“A la riqueza agrícola debe su vida este pueblo de Libertad y si no fuera por ella no existiría ese comercio floreciente, su población permanente que aumenta despacio es cierto, pero aumenta como aumentan los medios de vida …” –tal lo que en 1911 afirmaba un corresponsal de prensa-.

Esa ha sido la función y la razón de ser del pueblo, sostenida prácticamente a lo largo de toda su existencia: abastecer a su amplia zona de influencia y ser abastecido por ella de materias primas para su limitada industria. Por tanto se hace necesario examinar rápidamente algunos procesos interesantes. En 1888 inició Antonio Ma. Pérez la venta de chacras a plazos, dando origen no solo a los “campos o rancherías de Pérez”, sino también a una chanza popular muy común hasta hace poco, aplicada al otorgamiento de muy largos términos para pagar algo. Junto con la colonia Supervielle, la muy fugaz de Buschental así como la de Soto y Laguarda, fueron esos los escenarios principales de la colonización agrícola, cultivándose sobre todo trigo y en menor medida maíz, que diversificó la producción ganadera predominante. Pero esa campaña recibió diferentes azotes de parte de las fuerzas de la naturaleza En el invierno de 1893 fue grande la mortandad de ganado vacuno y caballar, mientras que un temporal de varios días mató más de 2.600 ovejas en noviembre de 1895. En 1897 y 1899 se producirían sendos huracanes y en 1900 llegarían muy copiosas lluvias que, entre otros efectos, sacarían de su cauce por más de 20 cuadras al arroyo Valdés Chico. La visita repetida de la langosta fue particularmente ingrata durante el período. Hacia octubre de 1896 enormes bandadas se posaban en un espacio extensísimo de campos de estancia, mientras se aguardaba pronto a la llamada saltona, ya que la peregrina transitaba el período del desove.


Una ojeada al esparcimiento Aquella gente no solo trabajaba, comerciaba y a veces reñía, pues también tenía espacio para las diversiones. Veamos cuáles eran ellas. Se debe descartar de plano que jugaran al fútbol, pues su aparición en el medio no se produjo antes de 1910, pero sí practicaron mucho la pelota vasca. Cuando los hermanos Larre mudaban su negocio
en 1893, manifestaban la idea de instalar una cancha para practicarla y ese mismo año se inauguraba el Frontón Salaberry, en
terreno contiguo al hotel. A su vez un cronista josefino calificaba al pueblo como especialmente “aficionado a las reuniones hípicas”, tanto que en agosto de 1889 conocía la inauguración de un Hipódromo al que se agregaría cuatro años después otro del polifacético Juan G. Salaberry. Pero las frecuentes carreras podían tener lugar en los más diversos sitios: en lo de Betarte, en el almacén de Amalio Reyes, en la pista Castiglione y Méndez, y hasta en la vía pública. Así en junio de 1896 se anunciaba una
“interesante carrera” entre un parejero tordillo de Juan Rebollo y un oscuro del sargento mayor Manuel Medina, “en uno de los caminos que exist(ía)n en las inmediaciones del pueblo…” Las celebraciones públicas de distinto carácter también supieron
ganar las calles del pueblo. Con el objeto de “solemnizar la Independencia Nacional” se cumplió el 25 de agosto de 1893 lo que entonces se tituló como el primer festejo patriótico local. La celebración incluyó una procesión cívica encabezada por las autoridades del pueblo y una Banda de Música.“Con profusión de bombas y tres descargas de fogoneo hecho por el piquete policial” se inició el día que siguió con la ejecución del Himno Nacional, oratoria, vivas a la patria, desfiles por las calles
“elegantemente adornadas con bonitos arcos triunfales”, visitas a dependencias públicas, “juegos de sortija, palo enjabonado, rompe cabezas y otros”. La jornada se cerró por la noche con “bonitas luces de Bengala y otros fuegos de artificio”, además de un baile“que resultó espléndido”. La fiesta continuó el 26 con “animación y entusiasmo, demostrándose uno y otro con regatas en tinas en un estanque próximo al pueblo y varios otros juegos por el estilo…” Al año siguiente se repitió la conmemoración, destacándose una vez más el local de Salaberry que, iluminado a la veneciana, dejaba ver la leyenda 25 de agosto de 1894.

En tiempos de tanta rivalidad y encono, la política también promovió la diversión y el encuentro. De ese modo, tuvo particular brillo en octubre de 1897 la Fiesta de la paz, cuando “reina(ra) la alegría por todas partes” con motivo del acuerdo que puso fin a una de las más relevantes sublevaciones del siglo. Además de las celebraciones habituales, la conmemoración incluyó –como las anteriores- una procesión cívica con “saludo a las autoridades y canto del himno patrio por los alumnos de la escuela”.
Poco después ese mismo aire alcanzaba al ámbito privado y se compartía por ejemplo un baile “en casa del estimable vecino
Antonio Triay en honor de la paz, (que) estuvo concurrido y muy animado” con la presencia de “las más bellas niñas del vergel de Libertad”. A comienzos de 1898 se celebró ruidosamente a su vez la presidencia provisional y el cese de las llamadas cámaras
marcianas. “Se quemaron fuegos artificiales, cohetes, bombas, se iluminó la calle de Enero con farolitos a la veneciana. Todos los
vecinos de este pueblo quemaban grandes fogatas y hacían disparos de armas de fuego” –narraba alguien- En octubre de 1897, con el fondo esperanzado de la paz firmada el mes anterior, comenzó a abrirse paso en esta sociedad la idea de
fundar un club social que proporcionase “horas de expansión” a sus miembros. Para fin de año el proyecto había avanzado con el objetivo de “festejar las próximas carnestolendas”. A mediados de febrero del siguiente año la entidad, ya denominada “Juventud Progresista”, extendía sendas invitaciones a las familias “más apreciables” del medio para dos bailes de disfraz y particular a realizarse durante el Carnaval. “El salón es espléndido”, aseguraba un corresponsal. Las reuniones continuaron por el resto del período y, desde comienzos de diciembre de 1900, la sociedad recreativa ultimaba “grandes preparativos” para otro gran acontecimiento: el baile del primero de enero siguiente para recibir el nuevo siglo. Al igual que haría la Sociedad Criolla dos décadas más tarde, la denominada “Juventud Progresista” promovió también paseos campestres, fuera a la barra de Santa Lucía, a “los frondososárboles” del predio Salaberry u otros sitios. El primer día de 1899 realizó uno de ellos en la antigua fábrica La Trinidad, cuyos centros fueron el puchero a la criolla y el asado con cuero (que no faltaba en ninguna fiesta, tildado unas veces de “suculento”, “tradicional” o más vulgarmente “carne con pelos”). El manjar se acompañó con un“reconocido y especial vino francés”, que expendía en el pueblo “la acreditada casa de comercio de Hernández y San Martín”. Ya de regreso, “se bailó un rato, pues acudieron distinguidas señoritas de esta” –como apuntaba el corresponsal-. La fecha inaugural de 1901
tuvo lugar un nuevo paseo campestre, igualmente “festejando el nuevo siglo”, por lo que se convino el cierre del comercio local por varias horas. El carnaval de 1898 parece haber transcurrido con mucha animación: Los juegos comenzaron varios días antes “con verdadero entusiasmo” y “estimadas señoritas fueron la delicia de la población” en la fiesta plena de papelitos y serpentinas impulsadas por la “sonrisa encantadora” de “los corazones juveniles”. Las diversiones se extendieron ¡hasta las 10! –
exclamaba casi horrorizado el cronista-. Por supuesto, los cafés y comercios similares aportaron sus sus barras y sus juegos, por lo que en octubre de 1893 el hotel Salaberry aumentaba el número de billares en su “sala respectiva”. Sin que abunden, también se han hallado referencias a tertulias en los domicilios. Por último, en aquel pueblo fueron siempre bienvenidas las“compañías de pruebas”, “de fantoches” o “acrobáticas”, ya fueran circos independientes o, más frecuentemente, elencos que actuaban en locales cerrados. Por ejemplo en julio de 1899, se presentaba un grupo de acróbátas en el “espacioso” salón construido por Salaberry con miras de crear en él “un club cosmopolita”.

La iglesia de fin de siglo. Deberemos comenzar por la enumeración de los sucesivos titulares (en lo que se advierte clara discontinuidad de la presencia de sacerdotes, con sucesivos períodos de vacancia) La historia comienza con Ramón Franquesa y Gomis, nacido en Barcelona en septiembre de 1850. En el Seminario Conciliar de la misma ciudad cursó los estudios de Teología y Ampliación entre 1866 y 1873, ordenándose allí de Diácono. A la edad de 23 años salió de España “a causa de las críticas circunstancias políticas por que atravesaba” con motivo de la experiencia de la I República, las guerras y los pronunciamientos militares que condujeron a la restauración monárquica. Se dirigió entonces a Montevideo para terminar su preparación e ingresar formalmente al sacerdocio en mayo de 1874. Pese a enviársele en 1876 de Teniente Cura a San José, se vinculó desde fines del año anterior con la capilla del Pueblo Libertad. Además del registro de sus actuaciones estrictamente eclesiásticas, conocemos que se transformó en el primer maestro de la escuela rural número cinco, creada oficialmente en 1878. En agosto de 1880 resignó todas sus funciones en la población y tiempo después se alejó definitivamente del Uruguay, llevándose “testimoniales de buena y recomendable conducta sacerdotal”.
Entre los últimos días de 1880 y mediados de 1885 le sucedería Don Crisanto López, igualmente español, quien protagonizaría
algunos incidentes con las autoridades gubernativas y especialmente con las de Instrucción Primaria, que ocasionaron un
prolongado cierre de la escuela, localizada en el local parroquial. Se iniciaría entonces un período de inestabilidad, a lo largo del cual estarían ausentes por varios períodos los ministros católicos. Así en octubre de 1893 se habían finalizado una serie de obras y solo se esperaba el resultado de las gestiones ante la Curia con el fin de obtener el envío de un sacerdote. La necesidad no había sido cubierta a fin de año y LA IDEA atribuía la demora a “resistencias” opuestas por la vicaría eclesiástica josefina.- En febrero de1894, erigido en vice-parroquia, el templo fue encargado al presbítero Manuel S. Crespo. Seis meses más tarde se produciría otra vez la vacante, que cubriría en mayo de 1896 el Padre Fuxat. Entre esteúltimo, el Padre Leopardi y algunos otros se interrumpiría brevemente la mucho más duradera orfandad de titulares. La preocupación por el punto quedó en evidencia a finales de 1897, cuando numerosos feligreses se integraban espontáneamente a una lista de voluntarios para costear el sostenimiento de un capellán mediante un aporte económico mensual. El templo, hasta el borde del derrumbe Fueron constantes en el período tanto el mal estado del templo primitivo como la acción sostenida de los vecinos para recuperarlo.
En medio de una de las habituales vacancias en la titularidad, en 1893 la comisión encargada de su refacción y ornamento recibía una nota del Ministerio de Fomento y una letra con una contribución del gobierno nacional, que respondía a un pedido previo. A fines de 1894 se producía a su vez la bendición de una imagen de María Inmaculada que había donado la familia Jackson. En 1896, tras una amplia campaña de recolección de fondos que permitió reunir casi 1.500 pesos, se pintó la iglesia, se le agregó entre otras cosas una nueva pila bautismal y “un armonium, al tiempo que se plateaba y doraba la custodia. El derrumbe del campanario, producido en octubre de 1897 a consecuencia de un fuerte viento reavivó la preocupación de la feligresía, que volvió a recolectar fondos con esa finalidad. Aun se hacía mención del mal estado de la capilla a fines de 1898, temiéndose que “el mejor día de esos se les viniera al suelo”. “Si los vecinos, ayudados por la curia, no tratan de introducir mejoras de importancia, dentro de poco habrá que oír misa al aire libre por temor a que se desplome sobre los fieles” –se escribió en la prensa-. Se la advertía “en estado amenazante de derrumbe” a mediados de 1899, cuando las paredes se habían abierto, haciendo presagiar una catástrofe.

Cuestiones de jurisdicción y rivalidad. A fines de 1894 sucedió algo importante. La iglesia del Pueblo Libertad adquirió su independencia de la de San José, teniendo por radio toda la superficie de la sexta sección. Según LA IDEA la resolución no había sido “mirada con buenos ojos” por la Curia josefina, tanto que a la ceremonia correspondiente no concurrió ni un sacerdote de allí. Por ese motivo, la celebración del acto estuvo a cargo de dos clérigos llegados especialmente de Montevideo. Resulta imposible no separar esa medida del pedido realizado 10 años antes por un grupo de hacendados y propietarios de la sexta sección (reseñada en Proceso histórico de Libertad, 1972) que pedía la creación en el joven pueblo de una parroquia independiente de la de San José. Los límites naturales propuestos eran precisamente el arroyo Pereyra, el Río de la Plata, el San José y el Santa Lucía, lo que prácticamente les fue concedido tal cual. Las luchas civiles y el ritual El ambiente trágico que marcó el final del siglo en materia política se reflejó también en la actividad eclesiástica, que seguramente a instancias de la feligresía mayoritariamente nacionalista se plegó a rendir honras a víctimas de los enfrentamientos armados de 1897.
Así en marzo del año siguiente se observaría muy concurrido el funeral por las almas de los caídos en la batalla de Tres Árboles y
en junio unas seiscientas personas recordarían al coronel Diego Lamas. “La capilla estaba arreglada convenientemente. En el centro se alzaba un túmulo donde había dos lindas coronas de flores naturales” -se describía-. En honor del mismo difunto, al menos una familia local encargaría después el rezo de un novenario.

Finalizando…

Para cerrar, podemos decir que las búsquedas en la prensa del período 1881-1900 permiten a quien habla visualizar unos pocos
asuntos dignos de señalarse. -En primer término se confirma la antigüedad y el arraigo de la fiesta de San Isidro, pese a que por el momento no tengamos elementos para fijar con precisión su comienzo. -Un nuevo aporte seguramente debe ser el referido a la Fábrica La Trinidad. Toda la situación descrita puede contribuir a que se entienda mejor la arraigada versión oral que a casi todos nos ha llegado con fuerza, donde se cita a las crecidas del río como causa de un inexistente traslado del pueblo de Libertad desde las inmediaciones de aquella planta a su actual emplazamiento. Es que por lo visto la dependencia y la imbricación entre pueblo y fábrica fueron muy profundas, pese a las dos largas leguas de distancia. -Otra cuestión inocultable es el protagonismo absoluto de la persona de Juan Salaberry, apellido con el cual hemos estado muy familiarizados todos sin haber visto más que sus terrenos y fincas, expropiados con extrema parsimonia los primeros para ser objeto hoy de un uso urbano muy racional. Aparte de desarrollar su dinámica actividad comercial, presidió la Comisión Auxiliar Económico Administrativa, fue tesorero de la comisión parroquial, vice presidente de la sociedad Juventud Progresista mientras proyectaba crear otra similar, encabezó casi la totalidad de las celebraciones realizadas y fue dirigente activo del Partido Nacional… En algún momento merecería el elogio del corresponsal de EL PUEBLO por su espíritu “inquebrantablemente progresista”.
Por último, permítaseme destacar la tarea de recolección de testimonios que realiza Walter Noda, con quien compartimos la
infancia y algo más en un barrio de este pueblo. Igualmente, vaya mi felicitación a todos quienes han organizado estos festejos, con la guía segura y positiva de los Padres Antonio y Mariusz, a quienes se debe todo este movimiento, simbolizado con una iglesia repleta.

 

 

ARTURO BENTANCUR

 

 

 

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